Como otros aprendices del maestro
Francisco Seirul·lo Vargas desde principios de 1980, hemos
intentado comprender y aplicar su filosofía sobre la motricidad
humana en nuestras experiencias profesionales y proyectos
pedagógicos. El contexto de desarrollo e implementación del
presente resumen también está fundamentado en la misma filosofía
del maestro en lo relativo a la Educación Física, la Educación
Motriz o la Educación a través del Movimiento; cuya
interpretación, a partir de sus escritos y de las notas tomadas
en sus clases (Seirul·lo-Vargas, 1985-2010), se exponen a
continuación.
Nos desvinculamos de cualquier
ideología y partimos de los valores humanos de autonomía y
libertad, y de un principio de auto-exigencia profesional:
enseñar a los alumnos algo que les pueda servir para su vida.
Una filosofía enraizada en la
corriente de Escuela Activa o Escuela Moderna aparecida en los
años 30 (Freinet, 1974), habiendo sido Freinet el que dio
impulso y nombre a esta corriente.
Aparece en ella un valor esencial,
la primacía del alumno sobre la materia. Lo que debe procurarse
en la Educación Física es la autoestructuración. El sujeto, por
medio de sus propias capacidades y una actividad construida en
su interés, por su iniciativa y libertad, va autogestionando su
formación personal a través de una práctica vivida, en la que
florecen estos condicionantes.
Su práctica se presenta como una
actividad global y en cierto modo espiritual, en el más amplio
sentido del término, que posibilita al niño ser verdaderamente
participante, y no alguien sometido por obligación al
cumplimiento de una tarea escolar más. Es, además, una actividad
verbal de intercambio de información, tanto del profesor al
alumno, como del alumno al profesor, pero principalmente una
actividad motriz, concebida como experiencia, sin restricciones
a la propia aportación e interpretación de la deseada
motricidad. Bajo estas premisas la práctica del alumno en la
Educación Física es variada y creativa, potenciando la
disponibilidad motriz promovida por su propio interés, que se
pone de manifiesto cuando el alumno puede construir cualquier
actividad y resolverla con su motricidad que de esta forma, se
pone a prueba.
Este valor exploratorio y de
superación personal, de competencia, refuerza evidentemente las
motivaciones primarias o intrínsecas, vinculando en
consecuencia, al alumno de una forma continuada a este tipo de
actividad. Este fuerte vínculo hace que la práctica no se
abandone a lo largo de la vida del sujeto, siendo así fuente
inagotable de autoconocimiento y autoaceptación durante el
tiempo que se practique actividades motrices de esta categoría.
De esta forma vamos por el camino de la autoestructuración. Sus
motivaciones, sus intereses, y sus necesidades son constantes y
estructuran su personalidad, acompañándole toda la vida sea cual
fuere su edad y actividad. Por lo tanto, aquella categoría de
tareas motrices que pone a prueba las capacidades funcionales de
la inteligencia, configurándolas por medio de una actividad para
eso construida, se hace imprescindible si queremos una educación
centrada en el alumno, y conformadora de la personalidad, de
forma definitiva.
El movimiento humano es la mayor
fuente de autoconocimiento en nuestra actividad formativa.
Conociéndonos a nosotros mismos podemos conocer a los demás,
desarrollarnos con ellos y, así, ser más felices. Hay que
optimizar a la persona en su propio conocimiento, sus
necesidades de esfuerzo particular y su conocimiento de sus
posibilidades. La educación integral se consigue cuando el
individuo es capaz de ser consciente en situación de movimiento
de cómo es él mismo y cómo son los demás. En efecto, lo que nos
optimiza y nos hace seres humanos es la capacidad de movimiento
inteligente, y el proceso que compromete al ser humano para
lograr algo es educación. Esto es ofrecerle algo a la persona
que le sirva para su vida como ser humano.
La Educación Física está sujeta a
muchos estereotipos de interpretación social y, por ello, hay
que remarcar que de las muchas connotaciones e intencionalidades
que puede alcanzar la motricidad humana, será exclusivamente la
educación de la persona la esencia y objeto de nuestra actuación
en un ámbito educativo.
La motricidad es el primer valor de
la propia persona, ya que a partir del movimiento desarrollamos
las potencialidades del ser humano. La principal justificación
de la práctica de la Educación Física o Educación Motriz es que
es la única materia que de forma específica ayuda al ser humano
a comprenderse mejor, para autoexigirse sin trampas y sin
engaños. El movimiento es la actividad mejor dotada para ayudar
al alumno a desarrollar su personalidad como ser humano, porque
es capaz de implicar a todas las capacidades intelectuales de la
persona. Además, la mayor potencialidad formativa del movimiento
es el feed-back inmediato, característica de extraordinario
valor educativo.
Por consiguiente, podemos plantear
la Educación Física o Educación Motriz como un medio de
educación integral de la persona, pues la actividad humana de
movimiento involucra o puede involucrar a la totalidad de las
capacidades del individuo, y no sólo a las llamadas físicas;
siempre que las situaciones educativas creadas por el profesor
sean las pertinentes.
Así, la Educación Física o
Educación Motriz debe ser entendida como la educación que se
logra a través de las estructuras físicas que soportan el
movimiento humano y que son capaces de configurar la totalidad
de la personalidad del individuo; nunca como la educación de lo
físico que pertenece al hombre, a su cuerpo. Esto está, sin
duda, integrado en el anterior compromiso. No es el cuerpo el
que se mueve, es la persona la que se mueve, y esta opción de
movimiento involucra necesariamente a todas las estructuras de
la personalidad de quien se compromete en esa acción. Configurar
la personalidad del individuo significa la participación activa
en formas de actuación-comportamiento que impliquen de forma
diferenciada, significativa e interactiva todas las estructuras
mentales, cognitivas, coordinativas, condicionales,
afectivo-sociales, emotivo-volitivas, expresivo-creativas y
bioenergéticas que puedan conformar la multitud de formas de
actuación individual, en situaciones didácticas que permitan una
auto-reflexión y un autoconocimiento, para crear una propia
visión de aquella experiencia, para que el individuo conozca,
evalúe y sea consciente de la auto-estructuración de su persona.
Por lo tanto, el aprendizaje de la
de la Educación Física no es de modelos motores sino de
estructuras de comportamiento motor que son descubiertas por el
sujeto y mostradas por el profesor cuando propone tareas
sucesivas relacionadas entre sí de manera que aplicando sobre
ellas diferentes capacidades cognitivas, pueda el alumno
abstraer de su conjunto una “estructura soporte” que se expresa
a través de un heteromorfismo funcional en cada tarea propuesta.
El alumno debe estar en disposición de poder realizar
autopropuestas para lograr su autoestructuración cuando ya
conoce estos mecanismos; en este punto es cuando realmente
comienza su educación.
Las teorías de la Gestalt y el
estructuralismo, desarrollado bajo la perspectiva de la Teoría
General de los Sistemas de L. Von Bertalanffy, ya iniciada en
los años 30 discutiendo sobre nuevas teorías del desarrollo y
cuya primera publicación específica se realizó en 1945 (Von
Bertalanffy, 1968), permiten desarrollar los elementos de la
interacción, y hacen cambiar el acto mismo de aprender,
transformándolo en un acto dinámico en el que hay que descubrir,
dentro de la complejidad de las interacciones, los elementos
invariantes. Así es como se aprende en la Educación Física, pero
también se realiza la función contraria, es decir, desde una
estructura base, elaborar multi-heteromorfismos de movimiento
ejercitando, en suma, la transformación y la creatividad motriz.
Es una concepción sistémica y
holística de la persona para obtener su auto-estructuración
diferenciada, mediante contenidos de alta variación y prácticas
de alta variabilidad. La enseñanza y entrenamiento son un hecho
único de optimización de procesos que se manifiestan como
propiedades de cada estructura de la persona, dado que estas
propiedades sólo pueden ser atendidas desde la interactividad
dinámica del conjunto de sistemas y por la consistencia global
de sus interacciones.
De este compromiso nace la
posibilidad de autoeducación, a través de la realización de
prácticas motrices en situaciones que permitan una interacción
con el entorno en los términos inteligentes que hemos propuesto.
Para cada nivel de actividad humana
existe un nivel de competencia personal. Surgen muchos problemas
porque se evalúa o se controla desde fuera del individuo. Se
tiende a maximizar, a decir, más de una cosa es siempre mejor, y
eso es un error en el ser humano. Cada ser humano tiene unos
niveles de competencia que están debidos a su constitución como
humano. Entendiendo al ser humano en su complejidad, formado por
sistemas que le aportan posibilidades de actuación en infinitas
dimensiones de su corporalidad y de su actuación en cualquier
ámbito de su práctica, con sus estructuras mezclando y
utilizando elementos de sus sistemas en dimensiones que son
desconocidas por nosotros y que sólo el propio individuo conoce.
Por eso, no creemos en la valoración, sino en la autoevaluación
(Anexo 1).
El objetivo de la Educación Física
es educar y el del deporte ganar. Son objetivos diferentes y el
proceso de formación ha de ser diferente.
No es practicar un deporte sino el
proceso que ha de seguir un individuo para conseguir ser un buen
deportista, y este proceso puede ser educativo o no. Puede ser
incluso autodestructivo. Para asegurarnos que eso no suceda
hemos de realizar práctica de Educación Física, porque el
atractivo que tiene el deporte en nuestra sociedad puede desviar
los intereses educativos de la práctica de actividad física.
La educación física y deportiva del
ser humano no puede estar fundamentada en las ideologías del
deporte actual como los valores higiénicos y de salud, el hombre
que supera a la naturaleza, y otras connotaciones más modernas,
que son una amalgama de ideales propios de la sociedad
consumista y tecnológicamente industrializada. Debe basarse en
la ciencia para configurar un tipo de práctica que comprometa
íntegramente a la personalidad del individuo, que es un objetivo
intemporal y prioritario.
Consideramos a la práctica
deportiva, así constituida, como insustituible en la educación
de la personalidad y este tipo de prácticas incluidas en otras
con la misma filosofía de la acción motriz, constituyen la
denominada Educación Física y Deportiva, que debe ser entendida
como la educación que se logra a través de las estructuras
físicas que soportan el movimiento humano que son capaces de
configurar la totalidad de la personalidad del alumno.
Lo educativo de las prácticas
deportivas no es el aprendizaje de sus técnicas o tácticas, ni
siquiera los beneficios físicos y psíquicos de una buena
preparación física que sustenta su rendimiento, sino que lo
realmente y único educativo son las condiciones en que puedan
realizarse esas prácticas que permitan al deportista comprometer
y movilizar sus capacidades de tal manera que esa experiencia
organice y configure su propio yo, logre su auto-estructuración.
Debemos no adjudicar ciertos
valores educativos a tal deporte, y tales otros a aquel otro;
este o aquel deporte será más o menos educativo, no por su
riqueza en gestos técnicos, no por su profusión táctica, sino,
por cómo ese entrenador articula las condiciones en las que el
deportista aprende esa especialidad, y en qué situaciones
desarrolla su competición.
Esta filosofía, basada en los
valores humanos de autonomía y libertad, permite impartir
Educación Física o Educación Motriz a cualquier grupo de
individuos con independencia de su situación socio-cultural. La
educación integral de la persona, consiguiendo la configuración
de su personalidad, es posible a través de las experiencias
motrices educativas que pueden involucrar la totalidad de
capacidades del individuo.
Cabría una crítica de estas
propuestas diciendo que cualquier otra materia podría hacer lo
mismo y que sólo la formación en la correcta motricidad y en lo
orgánico es nuestra competencia. Ésta sería aceptable si esa
supuesta materia pudiera aportar al alumno situaciones que al
ponerlas en práctica, pusieran a prueba sus capacidades de
evaluación inmediata, la valoración de riesgos y compromisos, la
necesidad de jerarquizar situaciones bajo categorizaciones muy
diferenciadas y poder casi instantáneamente conocer otras
opciones sobre las mismas categorías, de elaborar sus propios
programas de actuación bajo presión espacial o temporal, y otras
muchas alternativas que sólo la práctica motriz aporta y que
ninguna otra materia por si sola ostenta. Por lo tanto, la
formación orgánica se presenta como una opción, más no la
prioritaria ni la única. La optimización de la organización
funcional (Ley de las variaciones estructurales de Piaget)
ocasionada por la práctica de situaciones motrices, no es
equiparable a la que otra materia podría aportar, por lo que un
medio de esta potencialidad no puede ser infrautilizado solo,
como simple estímulo orgánico corporal, más aún cuando este
objeto orgánico se logra de forma evidente con el nivel de
práctica requerido durante la actividad.
Las experiencias de movimiento
estructuradas bajo estas condiciones de práctica son las únicas
que permiten implicar de forma interactiva todas las estructuras
de la persona inteligente, hecho que les confiere un valor
educativo totalmente diferencial, único e imprescindible para
conseguir ciudadanos bien educados, autónomos y libres. Por lo
tanto, disfrutar de más sesiones de Educación Física en la
escuela es una necesidad pedagógica básica para conseguir una
educación pública de calidad.
Desde los 3-4 hasta los 16-17 años
es donde se establece y configura de la forma más importante la
personalidad del individuo. Por ello, en esta etapa debe ser
conferido un alto nivel de actuación y protagonismo al profesor
de Educación Física o Educación Motriz, junto al profesor de
iniciación deportiva.
A día de hoy, ni las personas de la
sociedad ni las que representan las instituciones valoran
suficientemente la labor del profesional de la Motricidad
Humana. Es nuestra responsabilidad cambiar esta situación y
hacer aumentar hasta el lugar que le corresponde el prestigio y
relevancia real de la educación a través del movimiento.
Los profesionales de la Motricidad
Humana, del Movimiento Humano, tenemos la obligación de insistir
en el gran valor educativo y formativo que tiene la Educación
Física para todas las personas.
"Porque creo que ejercer de
educador y pedagogo es obligación de todos los profesionales que
envuelven la actividad física. Personas que formen personas, que
conduzcan al sujeto, ayudándole a generar una energía que le
permita satisfacer sus necesidades y no las necesidades del
entrenador. Por eso siempre he estado ejerciendo la docencia,
para no perder la realidad de mi orientación que es mejorar el
individuo que entreno, no buscar el éxito a cualquier precio"
(Seirul-lo Vargas, 2011).
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by David
Ribera-Nebot
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